El proyecto
El texto dramático de Nadar mariposa indaga en la relación entre el “deber” y el “deseo” en
la sociedad contemporánea en el marco del deporte de alta competencia: “¿dónde
queda el placer cuando los mandatos y la exigencia parecen ser los únicos
caminos al éxito?” y “¿qué pasa con el cuerpo cuando es la mente lo que domina
la existencia?” parecen ser el interrogantes dominantes de la dramaturgia. Sin
embargo, a la hora de ubicar como responsable de la enunciación a un ex nadador
devenido en docente el texto da un paso más en términos dramáticos. El
personaje ya no es solamente alguien que experimentó en carne propia la
anulación del deseo debido a su actividad profesional, sino que además es un
sujeto que reproduce ese discurso que lo condujo en su juventud hacia un
espacio de infelicidad.
En ese sentido,
uno de los principios fundantes de la propuesta escénica de Nadar mariposa fue investigar en las
diversas maneras en que puede manifestarse la tensión entre corporalidad y
discurso. Al respecto, la elaboración de una dramaturgia paralela del cuerpo
fue esencial a la hora llevar el conflicto del texto a la escena (Pavis 1998)
para mostrar cómo el personaje manifiesta una serie de contradicciones con
aquello que explícitamente se dice. En Nadar
mariposa el cuerpo de Pablo habla, expresa sentidos que superan incluso la
dimensión motivacional. El deseo oprimido se escapa por sus poros.
Por otro lado, el
hecho de que la dramaturgia plantee una supuesta clase de natación, le permitió
al equipo de dirección proponer una espacialidad en la que se incorpore al
espectador, mediante la ruptura de la cuarta pared, en calidad de alumno. Si
bien en términos argumentales esta configuración interpersonal se clarifica
sobre el final de la pieza (momento en que se devela que Pablo no es solamente
un nadador, sino, además, un docente), permite una interpelación constante de
la platea, integrando al público a la acción y generando la distancia necesaria
para que pueda abordar críticamente el conflicto presentado (Brecht 1983).
En
relación a este punto, fue necesario atender durante el proceso de ensayos a
dos cuestiones: por un lado, a la necesidad de explotar los recursos
humorísticos planteados en la dramaturgia a los efectos de sostener la
distancia mencionada en el párrafo anterior; por otro lado, a la investigación
de las distintas formas en que se construye el punto de vista en el teatro para
evitar que el discurso aparentemente hostil del personaje produzca rechazo en
la platea. Para ello, hicimos uso de la propuesta de Barko y Burguess (1988),
autores que indagan en los diversos factores escénicos que intervienen a la
hora de generar que el público se identifique con alguno de los personajes.
Como resultado, arribamos a una puesta en escena en la que se invita al
espectador a un juego constante entre distancia e identificación que, como
resultado, no solo lo mantiene atento y elaborando críticamente el material,
sino que, además, le permite vincularse emotivamente con el drama del
personaje.
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